domingo, 27 de diciembre de 2009

Coming soon: NZ 2010

LOS VOY A EXTRAÑAR!!!!

Ya que voy a estar del otro lado del charco y se me va a complicar saludarlos, me adelanto y les deseo un muy buen 2010 a los que este año compartieron conmigo:
*Viajes
*Juntadas facultativas
*Idas a la cancha
*Vacaciones
*Partidos de póker
*Horas de clases
*Fiestas de disfraces y papelones
*Charlas interesantes, eternas, y delirantes
*Noches a puro fernet y días de mates
*Dias de pileta
*Mudanzas
*Y miles de anécdotas!

Vamos que se termina este 2009 y ya casi que sobrevivimos! Cada uno de alguna u otra manera aportó su cuota asi que gracias a todos!
Disfruten del año nuevo con la gente que quieren, brinden y diviertanse mucho!!
A la distancia brindaremos con uds! Cuidense!! Los quieroooooo
Nos vemos a la vuelta!
Pd: Las bitácoras quedarán sujetas a las condiciones del viaje.

http://www.youtube.com/watch?v=8Ej6bKEhdxs

domingo, 6 de diciembre de 2009

Octavo Destino: Bariloche, Lago Puelo y El Bolsón

De vuelta a las pistas, abandoné un poco el blog y lamentablemente no fue porque estuviera viajando. Como les advertí en el primer “post” voy a ir y venir con los viajes y en este día gris me desperté pensando en el dulce magnetismo de los opuestos (parafraseando a Drexler). Mi última bitácora fue el norte argentino, ahora entonces que sea sobre la otra punta: el sur.
Este 2009 como ya expliqué, llegó deseoso de aires nuevos. Luego de mucha playa en Pinamar, decidí cambiar el rumbo. Es que llega un punto en que la arena húmeda y el mar revoltoso saturan. La cuestión es que en Febrero junto con mi amiga de carrera y de vida decidimos ir a visitar a dos sureñas. A ellas que les molesta tanto cuando uno dice el sur. “El sur no Gil, el sur no!!!”, me grita siempre enojada mi amiga Flor. Y tiene razón, pero uno tiene esa cuota de maldad que lo hace a propósito.
Nuestros destinos específicos fueron entonces las localidades de Bariloche, Lago Puelo y El Bolsón. Las excusas fueron las vacaciones, el tiempo de descanso y el hermoso paisaje que hay en EL SUUUUR! Pero para serles sinceros, quería verlas a ellas. A las que conocí allá por el 2006 en el aula 7 del viejo edificio de la facultad. Ellas que vestían pantalones holgados y llevaban puestos morrales coloridos, aros espiralados y colgantes de madera de sus lugares. Ellas que en su presentación dijeron orgullosas de donde venían y que al instante pensé: “Guau, que lindo sería vivir ahí, que mundo distinto”. Se sentaban siempre en los pupitres una al lado de la otra, alejadas de mí. La verdad que yo hubiera hecho lo mismo, son esas cosas de la vida que uno trata de agarrarse a lo conocido. Por suerte un programa de radio, “A caballo regalao”, nos fue acercando. También ayudaron las dudas facultativas sobre Habermas y “La espiral del silencio” de Neumann. Un poco de bilirrubina en una noche de sombreros nos unió aún más, quedando como una anécdota que todavía recordamos. Los horarios distintos nos fueron llevando por caminos separados, incluso una huyó del campo periodístico. Pero la esencia de la amistad continuó. Hicieron lo suyo las charlas de pasillo, las cenas de bienvenida y despedida, los mates, los papelones en los cantobares y los traumas infantiles que propiciaron el inicio de una larga cadena de viajes juntas.





Durante el año lectivo siempre había una juntada a mitad de semana donde nos veíamos, el problema se presentaba esos tres meses de vacaciones cuando todas mis amigas del interior se iban a sus pagos. Y yo me quedaba en la ciudad de las diagonales (los platenses saben bien cómo es el verano al que me refiero) extrañándolas, esperando recibir un mensaje de texto o un mail cargado de contenido y energía positiva. Así que este verano dije otra vez no. No quiero que me cuenten por mail lo hermoso y frío que está el Nahuel Huapi, quiero tocarlo con mis propios pies. No quiero que me cuenten los nuevos puestos de la feria del Bolsón, quiero recorrerla. No quiero que me cuenten cómo estuvo el fin de semana en La Cantina, quiero tomarme una cerveza helada ahí escuchando reggae con ustedes. No quiero en mi casilla de mail una foto adjunta del Lago Puelo, quiero conocerlo y acampar en sus orillas. No quiero que me traigan chocolates de recuerdo, quiero ser yo la que los traiga. No quiero que me cuenten cómo es el sillón rojo, quiero acostarme en él y apreciar la vista de la playita del 4 desde la ventana. Quiero probar los gustos raros de la heladería Jauja y saborear las cervezas artesanales. Quiero conocer sus escuelas y los caminos que tantas veces han recorrido, quiero sentir ese frío patagónico (consciente de que más tarde me voy a quejar de los grados bajo cero).
Pilar y yo emprendimos la marcha temiendo las 22 horas que duraba el largo viaje en micro. Por eso nos habíamos preparado previamente para que el tiempo pasara más rápido: mate, cartas, música, cámara de fotos, libros, hasta comida porque desconfiábamos del servicio. Afortunadamente las cosas nos sorprendieron para bien y el viaje de idea no pudo ser mejor. Dormimos 20 horas, literalmente. Así que en un abrir y cerrar de ojos llegamos a destino donde nos recibieron en la terminal Flor y su papá, el famoso Ale.

Cuando llegamos a la casa de Flor su mamá Marta, a quien ya conocíamos, nos dio la bienvenida con una sonrisa de oreja a oreja y un gran abrazo. Nos había preparado para picar su especialidad: berenjenas al escabeche. Luego de charlar sobre el viaje (brevemente, ya que mucho no había para contar) lo primero que hice fue acostarme en el sillón rojo. Ese que me habían hablado tanto, que ya me lo sabía de memoria, que es amulladito, que tiene en frente un hogar a leña y que si te ponés de costado ves el Nahuel Huapi desde la ventana del living. ¡Como para no extrañarlo en las horas previas a los parciales!! Luego, recorrimos el resto de la casa hasta llegar arriba a la habitación de Flor. Era como me la imaginaba, rodeada de fotos de su infancia, de posters del club de sus amores y de su banda musical preferida, Pink Floyd. Ya me había advertido: “la pieza es muy chica, pero el corazón es grande”. Y tenía razón. De noche tirábamos dos colchones, un par de frazadas y armábamos una especie de tetris encastrándolos entre la cama de ella y las puertas del placard y de la pieza tratando de no chocarnos con la mesa de luz ni la estufa.

La vista desde el parque de la casa de madera era envidiable. De cerca, el viento movía las ramas del manzanero y las hojas del de rosa mosqueta. A lo lejos, brillaba el azul intenso del Lago Nahuel Huapi. Llegaba la tardecita y con ella el frío patagónico. Una campera encima, un mate calentito y un amigo que entraba sin tocar la puerta. Mientras tanto, una tijereta subía rápidamente por el ruedo del pantalón.


En la tercera visita a Bariloche, nuestra petición platense fue no recorrer los típicos lugares turísticos. Nada de sacar la foto con el perro San Bernardo en el centro cívico, ni esquiar, ni comprar los chocolates en Mamuscha, o ir al Cerro Catedral.
Nuestra guía personal y local cumplió con el pedido y nos brindó un turismo alternativo:

- Descender a la playita del kilómetro 4. Caminar en la arena y por las piedras. Conocer el lugar en el que ella y él se conocieron.

- Ir a un bar irlandés y probar la cerveza artesanal con gusto a cereza.
- Tomar el 62 (si la memoria no me falla) hasta el sendero Fundación. Correr entre arrayanes y escalar empinadas montañas (?).




- Disfrutar de unos mates al aire libre con el Lago Moreno de fondo. Cerrar los ojos y olvidarse del día de la semana en la que estás viviendo, hasta que llega un mensaje de un amigo especial y te hace volver a la realidad: (“Es viernes! Aunque para vos es lo mismo si te estas rascando el ombligo” (envidia por ahí?).





- Hacer una larga caminata por las orillas del Lago Gutierrez y ver las actividades náuticas que realizan los turistas. Tomar valor y meternos en el lago helado.


- Visitar Colonia Urquiza, una colonia de inmigrantes

- Pasear por el resto de la ciudad, conociendo la escuela de mi amiga, las casas de sus amigos, el kiosco del novio, los bares, los lugares que cotidianamente visita.

¡Que noche la de anoche en Bariloche!
A la última noche había que sacarle bien el jugo. Por eso arrancamos temprano yendo al Bar “Che papá”. Era un lugar pequeño, largo y angosto. La decoración imponía su ideología: las paredes estaban empapeladas con diarios y caricaturas del Che, el diseño del menú y la elección de la música también eran acordes. Allí asistimos a un cine debate sobre la basura y la contaminación. Comprobé el dicho de tal palo tan astilla. Me enorgulleció ver a Yanniello hija siguiendo los pasos de su padre en la lucha por la preservación del medio ambiente, a través de la ONG Asociación Piuké. Mirando un documental nos enteramos de la realidad actual de la zona y de las preocupaciones de los vecinos ante esta problemática. Luego intercambiamos experiencias y entre todos los participantes debatimos e intentamos proponer soluciones. Llegada la medianoche, presenciamos un show de artistas callejeros. Provenientes de Rosario, los integrantes de “Los cuentos de la buena pipa” en sus actuaciones cuestionan al sistema capitalista con temas pegadizos y guiones insurgentes.

La noche continuó en The Roxy, escuchando en vivo a la banda chilena “La Renoleta”, que combinaba ritmos latinos con ritmos afroamericanos como el funk. Una buena mezcla de saxos con guitarras, congas y timbales.
La noche todavía estaba en pañales y congeladas por fin llegamos a la famosa “Cantina”. Cuando entré era como si la conociera de toda la vida, me pasó lo mismo que con el sillón rojo. Pero esta vez fue distinto porque cuando fui al baño dije: “No, esperen, acá ya estuve!” Efectivamente luego de hacer memoria, recordé que en el viaje de egresados del colegio este era uno de los bares en los que nos hacían ir antes del boliche. Ahora, el ambiente del lugar era totalmente distinto. Distinta era la gente y la música. Nada de jóvenes estudiantes cantando “Barilo barilo” y bailando los temas de moda. La Cantina estaba llena de gente local, muchos conocidos que contaban anécdotas, tomaban algo y movían sus cabezas al compás de Could you be loved.

Para completar la recorrida por la noche barilochense, terminamos yendo al boliche Grisú. Una larga MUYlarga cola de turistas nos impedía llegar rápido a la puerta (eso significaba esperar al aire libre = Sufrir MUCHO FRÍO). Además, los precios de la entrada eran un disparate. Ya era tarde y mis amigas rionegrinas pusieron en funcionamiento sus tácticas locales y obtuvimos grandes beneficios: Simulamos ser de Bariloche tirando un par de datos claves (como por ejemplo aludir que íbamos al CEM 2) y entramos gratis y sin hacer cola.
Para los que no conocen, Grisú es un boliche enorme, con vista al lago Nahuel Huapi, con seis pisos y muchas escaleras. Cuando entré al lugar, reviví una anécdota y eché a reír sola. Me acordé que la primera vez que había ido a este boliche, que había sido en el viaje de egresados, estuve perdida por horas, dando vueltas sola cuando tuve la mala idea de alejarme de mi grupo para ir al baño. Aunque la verdad confieso que esta vez, con menos gente en el lugar y con menos copas encima, me di cuenta que no era tan complicado ubicarse en el “laberinto”.

Lo que se complicó fue la vuelta a la casa. El frío patagónico nos quemaba la cara mientras esperábamos un colectivo que nunca llegó. Fue momento de agradecer a Ale, y haber seguido su consejo de padre. Gracias a él me había abrigado un poco más…¿Quién dijo que en el SUR en el verano no hace frío?!!

Al día siguiente, desayunamos pan con mermelada casera de Marta y fuimos a conocer la feria de artesanos donde todos los veranos Flor y su amiga Beba venden pan relleno a los turistas. Al mediodía volvimos a la casa para agarrar los bolsos y una gran caneloneada de la organización Piuke invadía la casa de los Yanniello. Como nosotras. que le habíamos usurpado el hogar en esos días. Esta vez jugué de visitante pero me trataron como local. Fue una despedida, con un sabor dulce de hasta luego.

El Bolsón y Lago Puelo
Luego de un viaje en micro bastante movidito a causa de los caminos sinuosos, llegamos al Bolsón donde nos esperaba mi otra amiga sureña, Lu. Cuando conocí a su madre Adriana en La Plata pensé que Lu era un calco de ella. Pero cuando llegué a El Bolsón y tuve el agrado de conocer a su padre también pensé lo mismo. No hay duda que es hija de sus padres. Literalmente 50 por ciento de cada uno. ¿O será porque sus padres se parecen entre sí?
Durante estos años sabíamos cosas de su vida pero nunca habíamos tenido la oportunidad de conocernos personalmente, así que café helado mediante (costumbre del arquitecto Silberman) charlamos un rato con él y luego fuimos a la famosa Feria. Porque hablar de El Bolsón significa hablar de la feria, una de las más grandes de Sudamérica. A los pies del cerro Piltriquitrón, cientos de artesanos se colocan en los alrededores de la plaza desplegando sus puestos y mostrando su creatividad personal. Tanto los turistas como los lugareños, recorren los puestos mirando la gran variedad de productos artesanales que se les ofrece: cerámicas, lanas, trabajos en cuero y en madera. Además pueden degustar los dulces caseros y las cervezas artesanales así como disfrutar de un día al aire libre con música, malabaristas y baile.

Antes de irnos de El Bolsón tomamos un helado en Jauja, una excelente opción para los amantes del helado donde tienen una gran variedad de gustos originales (Desde frutales como fresa, calafate, maqui hasta leche de oveja o de cabra).
A pocos kilómetros de allí está Lago Puelo, un pequeño pueblo que pertenece a la provincia de Chubut. Allí pasamos unas noches, en la casa de la mamá de Lu. Lamentablemente nos tuvimos que conformar con escuchar el DVD de Adri cantando Jazz, aunque confieso que me hubiera gustado que hiciera un recital en vivo (la próxima Bomparola? :)

A la noche tomábamos el Golcito rojo (con una reciente conductora) y nos íbamos por la ruta de nuevo al Bolsón, la zona lupulera por excelencia. No nos podíamos ir sin antes visitar la Cervecería “El Bolsón”, referente al hablar de cervezas artesanales en la Argentina. Allí ofrecen una amplia gama de productos entre los que se destacan: la cerveza de cereza, la de frambuesa, la de miel y la que parecía ideal para mí: cerveza de chocolate. Fue como saborear un rico helado de chocolate pero en un porrón, un gusto raro para el paladar, original. Confieso que si de originalidad hablamos, había otra más inusual. Pero le hice un bien a mi estómago y no probé la cerveza picante, hecha a base de ají. (puaj)

Después quisimos ir a uno de los bares del lugar (que con todo respeto hacia los lugareños, digo que son pocos) pero tuvimos la mala suerte de que se cortó la luz. Salimos a la calle y todo El Bolsón había quedado a oscuras. Quedó para la anécdota la sensación de estar en un bar sin música, donde claramente se escuchaban las conversaciones de la gente y donde no se podía consumir porque las cervezas y gaseosas se empezaban a calentar y los tragos no podían realizarse porque no contaban con electricidad para hacer andar las licuadoras.

Junto con un par de amigos de Lu nos fuimos de campamento. Fue muy vago lo nuestro porque fuimos en auto. Lo complicado fue el esfuerzo que hicimos al tratar de hacer entrar siete personas con las enormes mochilas, las bolsas de dormir, los aislantes, las carpas, las marmitas, linternas, alimentos y demás accesorios que después obviamente no usamos... Una exageración para tan pocos días!

Armamos las carpas cerca del Lago (antes elegimos bien el lugar, limpiamos el terreno e “hicimos las zanjas”) Después fuimos a buscar ramitas y a la tardecita prendimos el fuego cual buenos boy scout. Algunos tenían años de experiencia en campamentos, otros improvisábamos un poco.



A la noche nos acostábamos a la orilla del lago y nos quedábamos horas boca arriba, charlando y pensando. O simplemente nos quedábamos en silencio mirando el cielo oscuro estrellado y disfrutando del rugir del agua que chocaba contra las rocas de la playa.



¿SERÁ VERDAD?
Será verdad que en este viaje:
- Alguien se cayó en el Lago Moreno?
- Alguien andaba en hot jeans por Colonia Urquiza sin darse cuenta?
- Algunas hacían ruidos molestos por las noches?
- Alguien compró más regalitos que en todos los viajes? (que siempre compra mucho)
- Alguien prometió hacer pan relleno y no cumplió?
- Alguien dijo que iba a madrugar en el campamento y se quedó durmiendo hasta el mediodía en la carpa?
- Alguien se perdió las pizzas que regalaban en Grisú?
- Alguien no durmió en la noche por miedo a que los bichos del bosque entraran en la carpa?
- Descubrimos a través de un video prohíbido, el pasado oculto de una futura periodista?
- El tetris a veces generaba discordia?
- Se fueron a matear a un lugar lejos de todo y fueron sin bombilla?
- Que Marta adoptó varios sobrinos?
- Las medias de llama son la mejor opción para soportar el frío patagónico?